1 de diciembre de 2009

Aunque se venía rumoreando la discrepancia interna en el PSOE y ya era evidente que los apoyos puntuales de algunos partidos resultaban cada vez más testimoniales que reales, nadie esperaba que José Luis Rodríguez Zapatero dimitiera como presidente del gobierno.

Quien hasta ayer ocupaba el sillón presidencial, José Luis Rodríguez Zapatero, se convierte en el segundo inquilino de la Moncloa en presentar la dimisión en plena legislatura. Si en 1981 Adolfo Suárez obligaba a una nueva sesión de investidura -interrumpida por el famoso intento de Golpe de Estado del 23-F- en esta ocasión parece que no existe peligro alguno en cuanto a la lealtad del Ejército.

Las enormes dudas que las últimas medidas de Zapatero, casi todas personales y sin apenas debate interno, venían generando en los dirigentes del partido tenían que explotar por algún lado, y ha sido por donde menos se esperaba: una dimisión motivada por la falta de apoyos internos y externos.

La dimisión de Rodríguez Zapatero cogía a todos los partidos políticos por sorpresa. Mariano Rajoy, del PP, se mostraba sumamente nervioso pues, según comentan fuentes fidedignas, en Génova 13 también suenan tambores de guerra y podría producirse una profunda renovación, comenzando por el propio líder gallego.

El resto de dirigentes oscilan entre la expectación y la ilusión de un cambio que les haga protagonistas de la vida política española. El gobierno que surja de la nueva investidura será, según todos los analistas, un puente hacia el cambio generacional definitivo. Un cambio que bien podría trasladarse a la propia sociedad, bastante insatisfecha con la clase política en general y con quienes aspiran en gobernar, en particular.